Vendieron nuestras vidas by Ángel Torres Quesada «A. Thorkent»

Vendieron nuestras vidas by Ángel Torres Quesada «A. Thorkent»

autor:Ángel Torres Quesada «A. Thorkent»
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Novela
publicado: 1982-12-31T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VI

Me pusieron unas gafas oscuras que no me dejaron ver adónde me llevaban. Intenté contar el tiempo, pero me perdí y sólo supe que transcurrió algo más de una hora, por lo que deduje que no podía ser nuestro destino el edificio del Foreign Office en Horse Guard Road, a no ser que hubiéramos dado muchas vueltas para despistarme.

Lo más seguro, pensé entonces, es que estábamos fuera de Londres.

Si mis captores se molestaban en crearme confusión respecto al lugar donde nos detuvimos al fin, era un indicio favorable para mi futuro, ya que ellos preveían la posibilidad de dejarme en libertad pasado algún tiempo, aunque esto último resultaba risible para mí teniendo en cuenta los pocos días que me quedaban de vida, junto con la mayor parte de la población británica.

Me sacaron del coche y agarrado de los brazos me condujeron al interior de un edificio, hecho que descubrí al sentir bajo mis zapatos la grava áspera de un sendero y luego notar que caminaba por un suelo alfombrado.

—¿Jess? ¿Estás cerca? —pregunté.

—Cállate —me ordenó uno de los hombres que me agarraban.

Me dolían las esposas y de pronto alguien tiró de ellas, lastimándome aún más.

Escuché que se abría una puerta y me sentaron en una silla de madera. Me quitaron las gafas y lo primero que vi fue a Dan Carter, quien despojado de su gabardina volvía a tener la pipa, ahora apagada, en sus labios, lejanamente sonrientes.

—¿Dónde está Jess Rhodes? —pregunté—. ¿Recibiendo sus monedas de plata? ¿O le han entregado un pasaje para el Canadá?

Dejaron a Carter solo. Los hombres se retiraron silenciosamente y el último cerró la puerta. El cuarto donde me encontraba era pequeño y debía ser mi celda porque en un rincón había una cama estrecha, una mesa y otra silla, que ocupó Carter.

—Mi departamento agradece a Rhodes su colaboración, señor Shapiro. Es un buen ciudadano británico y se ha limitado a cumplir con su deber al avisarnos de su antipatriótico comportamiento.

—¿Usted también se largará antes de que caigan las bombas?

—Es lamentable que insista sobre semejante disparate.

—No vaya a decirme que se quedará aquí después del día catorce —traté de sonreír.

—¿Por qué no? Hace poco tomé mis vacaciones reglamentarias.

Intenté explicarle los datos recopilados por mis amigos, incluso las sospechas aportadas por Jess, pero Carter me atajó con un ademán y dijo:

—Conozco la historia. No se moleste en repetírmela.

—¿Por Jess?

—Sí —Carter me lanzó una de sus tristes sonrisas—. Ese pobre diablo entró en contacto conmigo cuando vigilaba la casa de la señorita Seeley anoche. Empezó diciéndome que a cambio de información quería gozar del privilegio de marcharse del país lo antes posible, luego me relató ese fantástico cuento con el cual pensaba usted, en unión de varios locos más, inundar de pánico la nación.

—Empiezo a sospechar que su mente es tan estrecha que no quiere creerme. Ahora sólo piensa en desquitarle del puñetazo que le di.

—No sea bobo, amigo —se acarició el pómulo—. He recibido golpes peores en mi vida. No hay nada personal entre nosotros. Por mi parte no hubiéramos vuelto a vernos.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.